martes, 4 de octubre de 2011

CAPÍTULO 1: NUESTRO ACTUAL PARADIGMA DE EMPRENDIMIENTO SOCIAL

Si hay algo que los emprendedores sociales tenemos en común, quizás sea el ideal y la pasión que ponemos para lograr que las personas por las cuales trabajamos superen alguno o varios de sus problemas sociales, sean cuales sean sus formas y expresiones, tales como desnutrición, analfabetismo, pobreza, maltrato, exclusión, abandono, mortalidad, bajo nivel de acceso y calidad de los servicios, bajo nivel educativo, por citar algunos ejemplos entre otros cientos de problemas, los cuales a nuestro juicio, son factores determinantes de su actual nivel de desarrollo o calidad de vida.

A diferencia de los filántropos, los emprendedores sociales no buscamos tan solo atenuar algún problema o necesidad donando o regalando cosas a quienes supuestamente los necesitan, sino promover alguna política pública o implementar algún proyecto o programa que logre o contribuya con apoyar a solucionar dichos problemas en las personas que los adolecen, a las cuales comúnmente llamamos beneficiarias. “No hay que regalar el pescado sino enseñar a pescar”, es un dicho que comúnmente, en nuestro paradigma actual, ilustra la diferencia entre el filántropo y el emprendedor social.

Es así, que como parte de nuestra misión y con el fin de lograr nuestros objetivos sociales, a lo largo de nuestra vida venimos aplicando diversas estrategias, metodologías y herramientas, las cuales las hemos aprendido y perfeccionado con base en nuestra experiencia y quizás también por haber invertido en alguna formación académica al respecto.

En este sentido, con el fin de ejercer nuestro espíritu emprendedor, por lo general buscamos o creamos espacios de trabajo y desarrollo profesional sea a nivel de alguna entidad del estado, un organismo de cooperación internacional, una organización no gubernamental sin fines de lucro (ONG), una empresa socialmente responsable (ESR) o una Organización Social de Base (OSB), y hasta quizás busquemos un espacio político para lograrlo.

Sin embargo, y quizás a diferencia de los emprendedores de negocios (cuyo objetivo es satisfacer las necesidades de algún tipo de mercado o clientes a través de la venta de algún producto o servicio con el fin de lograr ganancias), los emprendedores sociales tenemos también en común una gran dificultad en medir y evaluar los resultados que logramos, lo cual justificamos en muchos casos por el largo tiempo que toma llegar a resolver un problema social y la complejidad de medir los mismos, requiriendo en el mejor de los casos elaborar indicadores y hasta estudios de línea de base que nos permitan evaluar lo logrado a lo largo del tiempo.

Por todo ello, es común en nosotros afirmar que la solución de los problemas sociales es un proceso complejo y de largo plazo, donde la posibilidad de medir los resultados logrados a través de nuestras intervenciones solo se puede dar a través del tiempo, por lo que al final recurrimos a observar las mediciones basadas en estadísticas oficiales, si las hubiere, cuyas tendencias se convierten en un indicador que de alguna manera evalúa de manera indirecta el nivel de éxito que venimos logrando a lo largo del tiempo.

Sin embargo, durante los últimos años también venimos observando que lograr mejoras sustanciales en los indicadores sociales es cada vez más un reto, en relación a lo que se pudo haber logrado décadas atrás, reforzando así el concepto de que la solución de los problemas sociales es a largo plazo.

No obstante, en los pocos casos en los cuales hemos sido capaces de evaluar de alguna manera los logros alcanzados en la mejora de algún tipo de problema social a través de alguna intervención en un determinado tiempo, que comúnmente denominamos proyecto piloto o bandera, nos encontramos con la ingrata sorpresa de que con el paso del tiempo, luego de culminada la intervención, lo que parecía haberse logrado no se logra sostener en el tiempo, concluyendo al final que el proyecto “fue bueno pero no sostenible”.

Por otro lado, también están nuestras experiencias sobre proyectos piloto exitosos, que al ser implementados o replicados en otras zonas no logran ni de cerca el éxito esperado, atribuyéndose su fracaso en la mayoría de los casos a múltiples variables detrás de todo proyecto, como es el contexto diferente, la falta de apoyo político o la falta de capacidades de gestión en la zona donde hicimos la réplica de la intervención, entre otras justificaciones.

Por lo tanto, podríamos llegar a concluir, por un lado y a manera de justificación, que la solución de los problemas sociales es un proceso de ensayo y error cuyos resultados se lograran visualizar a largo plazo, dependiendo siempre de los cambios de contexto político, social, económico, tecnológico y ambiental que se de a lo largo de la historia; o por otro lado también podríamos concluir, pero esta vez a manera de autocrítica, que quizás sea la forma como pretendemos solucionar los problemas sociales lo que ya no está funcionando hoy en día, planteándonos así la necesidad de cambiar nuestro actual paradigma de intervención por otro, totalmente diferente, que nos ayude a lograr nuestro ideal de manera realmente exitosa y sostenible.

Pues bien, si el reto es concebir un nuevo paradigma para el abordaje de los problemas sociales, una de las formas más pragmáticas de romper nuestros actuales paradigmas y de comenzar a construir nuevas formas de pensar y actuar para lograr el éxito en nuestra misión emprendedora social es analizar otras experiencias en otros campos que estén fuera de nuestra área, y por analogía, plantear propuestas de cambios o modificaciones por hacer a nuestra actual forma de intervenir.

En este sentido, por ejemplo, el analizar los procesos que los emprendedores de negocios exitosos implementan en el mundo comercial, en comparación con los procesos que los emprendedores sociales venimos implementando, es una buena forma de empezar a explorar nuevas perspectivas de hacer las cosas de forma diferente.

Para empezar, haremos una comparación entre los procesos, metodologías y herramientas que usamos los emprendedores sociales en comparación con los emprendedores de negocios:


Procesos / Metodologías / Herramientas
Emprendimiento de Negocios
Emprendimiento Social
Definición de objetivos y metas
Con base en necesidades no satisfechas existentes en la población
Con base en problemas sociales identificados y priorizados desde el estado o la sociedad civil
Denominación de las personas objetivo
Clientes
Beneficiarios
Identificación de Clientes/Beneficiarios
A través de la segmentación de los potenciales clientes con base en sus necesidades
A través de la identificación de beneficiarios con base en problemas sociales identificados y priorizados
Diseño de productos o servicios
Con base en las diversas necesidades sentidas y valoradas en cada uno de sus segmentos de clientes
Con base en los problemas percibidos como causas de los problemas sociales identificados y priorizados dentro del grupo de beneficiarios
Método de relación con sus clientes o beneficiarios
Persuasión y motivación para que demanden el producto o servicio en forma voluntaria (Marketing)
Sensibilización, asistencia técnica y/o económica a los beneficiarios para contribuir a mejorar sus problemas
Desarrollo de los productos o servicios
Desarrollo e innovación de productos o servicios con el fin de adaptarse a la diversidad de necesidades de sus clientes
Desarrollo y mejora de metodologías y herramientas para lograr una mejor sensibilización, asistencia técnica y/o económica a los beneficiarios
Forma de entrega de los productos o servicios
Atraer al cliente a su punto de venta o de distribución
Buscar al beneficiario en el área de intervención
Evaluación de resultados
Medición directa de resultados en términos financieros y participación de mercado
Medición indirecta de resultados a través de indicadores sociales y estadísticas oficiales
Respuesta del cliente o beneficiario
Por lo general busca y paga por el producto o servicio que recibe
Por lo general espera por el producto o servicio de manera gratuita o subsidiada


Si analizamos esta comparación, que no pretende ser absoluta, dentro de su relatividad podríamos concluir que los emprendedores sociales centramos nuestro foco de atención más en los problemas que en las personas, aunque tengamos la claridad de que las cosas las hacemos por el bienestar de las personas.

Por ello se observa claramente que hemos desarrollado metodologías y herramientas para la implementación de estrategias y actividades orientadas a la solución de problemas, que en nuestra propia percepción, son necesidades sentidas y por ende las consideramos prioritarias para nuestros beneficiarios.

Sin embargo, surge la necesidad de cuestionarnos si cada problema que queremos ayudar a resolver ¿Es realmente una necesidad sentida por parte de nuestros beneficiarios?, lo cual muchas veces es asumido por nosotros como cierto sin llegar a serlo, y quizás sea esta una de las razones por las cuales no se logren los resultados deseados.

Si un emprendedor de negocios no capta realmente cuál es la necesidad sentida de su segmento de clientes y no diseña un producto o servicio que satisfaga esta necesidad, simplemente no vende y su negocio es insostenible. Por tanto, un primer cuestionamiento a nuestro paradigma actual es si realmente los problemas que queremos resolver son o no necesidades realmente sentidas por nuestros beneficiarios; o realmente debemos comenzar a aceptar que los problemas que identificamos son solo expresiones que son parte de nuestro ideal y pasión por querer contribuir socialmente con resolver algo que es únicamente significativo para nosotros como emprendedores, y quizás no lo sea, o lo sea poco para nuestros beneficiarios.

No es extraño que como seres humanos que somos, nos apasionemos por algo específico, que nos motiva a seguir viviendo y trabajando, y los emprendedores sociales sabemos que tenemos mucho de este tipo de pasiones e ideales. Sin embargo, podríamos considerar que quizás esta misma pasión que tenemos por resolver un determinado problema social sea parte de la venda que nos impide ver que lo que estamos haciendo obedece más a nuestra propia necesidad de trascendencia en la vida, lo cual no necesariamente puede estar relacionado con las “necesidades realmente sentidas” por nuestros beneficiarios.

Como lo afirma Robert Chambers, en su ensayo “Poverty and Livelihoods: Whose Reality counts?”[1], con relación a los programas de lucha contra la pobreza en el mundo: “Las realidades de los economistas dominan, expresándose en perspectivas sobre la pobreza que se agotan en la pobreza por ingresos, y perspectivas sobre el empleo que se agotan en la falta de puestos de trabajo (...) con una serie de categorías que son de los países del norte industriales y urbanos. Las realidades de la gente pobre del sur son agrícolas y rurales, locales, complejas, diversas y dinámicas. La pobreza por ingreso, aunque es importante, no es sino un aspecto o parte del problema”.

Sin embargo, nuestro actual paradigma de contribuir a la solución de problemas sociales se torna mucho más incierto, si tan solo observáramos que las necesidades o problemas realmente sentidos por cada una de las personas son casi infinitas, pues cada persona en este mundo tiene necesidades sentidas diferentes según su cultura, momento, situación, contexto o hasta coyuntura, las cuales pueden variar incluso en el transcurso del tiempo, incluso durante un mismo día.

Otro de los aspectos que nos diferencia de los emprendedores de negocios es lo relacionado con la rendición de cuentas por resultados, ya que en el campo social los emprendedores somos muy propensos a las actividades de sensibilización o también denominadas mercadeo social con el fin de que las personas realicen acciones o mejoren su actitud para resolver los problemas sociales que nos interesa apoyar a resolver. Actividades que al final resultan ser activismos, entendiendo como tal, aquellas acciones que implementamos, que si bien están de alguna manera relacionadas al propósito que se quiere lograr, no contribuyen al logro de resultados concretos y medibles.

Los activismos, son procesos sumamente frecuentes dentro del paradigma asistencialista e insumen ingentes cantidades de recursos. Un ejemplo de activismos son por lo común actividades como pasacalles, spots radiales, marchas de sensibilización por citar unos cuantos, que si bien suelen ser actividades sumamente interesantes, creativas y hasta novedosas, estas no producen un efecto directo (aunque para muchos podría parecer que sí) al final de la actividad realizada.

Si bien, estos activismos se pueden justificar al afirmar que forman parte de un conjunto de intervenciones necesarias dada la naturaleza compleja de los problemas sociales, lo cierto es que nadie puede afirmar en qué medida éstos contribuyen al logro de la solución de un determinado problema social (costo/efectividad).

Por el contrario, en el campo de los emprendedores de negocios exitosos, estos sí logran resultados medibles cuando implementan las actividades de promoción y publicidad que desarrollan como parte de sus estrategias de marketing, que por analogía vendrían a ser las mismas actividades de sensibilización que los emprendedores sociales desarrollamos como parte de nuestras estrategias de mercadeo social.

Al parecer, la causa que explicaría esta diferencia estaría en que en el campo de los negocios, a diferencia del campo social, los productos o servicios están diseñados en función de necesidades reales y existentes en los propios procesos de desarrollo de las personas, y no en función de problemas o necesidades percibidas desde quienes queremos contribuir al desarrollo de las mismas.

Por todo ello, es en este punto donde toma sentido el atrevernos a cambiar nuestro actual paradigma de contribuir a resolver problemas sociales, por un nuevo paradigma de contribuir al desarrollo integral de las personas, donde la posibilidad de lograr que cada persona atienda de mejor manera sus propias necesidades o resuelva sus propios problemas se convierte en una de las formas más efectivas y exitosas de contribuir al desarrollo integral de las mismas.

Por ende, el famoso refrán “No hay que regalar el pescado sino enseñar a pescar”, bajo el nuevo paradigma se torna también obsoleto, puesto que también su sentido estaría ligado a la solución de un problema percibido por nosotros sin considerar el conjunto de necesidades realmente sentidas por las personas a quienes supuestamente queremos apoyar a sobrevivir. Dicho en otras palabras y dentro del mismo contexto del refrán, si las personas aprenden solo a pescar para resolver su necesidad de alimentación, tan solo podrán vivir de los pescados que puedan conseguir, por tanto su desarrollo estará supeditado a una sola oportunidad. Si por alguna razón del contexto o entorno, dejara de existir la posibilidad de pescar, las personas volverán a tener el problema inicial, lo cual indica que solo se logró implementar una solución temporal que, al final, no es sostenible.

Finalmente, este ejemplo metafórico también nos ayudaría a entender el por qué muchas iniciativas de desarrollo productivo que forman parte de proyectos y programas sociales de lucha contra la pobreza no son sostenibles, sobre todo en los proyectos que promueven algún tipo específico de iniciativa productiva, sin considerar la variedad de expectativas y necesidades realmente sentidas por los propios beneficiarios (y sus respectivos clientes) y la complejidad que hay que administrar detrás de todo proceso de emprendimiento, sea éste con un propósito social o de negocio.


[1] Robert Chambers, Poverty and Livelihoods: Whose Reality Counts? A Policy Paper No. 1 commissioned by UNDP for the World Summit for Social Development.(New York: UNDP,August 1994)


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